sábado, 29 de agosto de 2009

Homeopatía para todos

Ayer me dieron a conocer uno de tantos videos de youtube, pero que en este caso, tanto por mi profesión, como por mis propias creencias personales, me hizo mucha gracia, y llegué a la conclusión de que era menester darlo a conocer a todos.

Y que quede bien claro... puede que el video esté en plan "coña irónica"... pero eso se debe a que la realidad es mil veces peor.

Sin más, y esperando que entendais la grandiosa verdad de la homeopatía, aquí os dejo este glorioso video:



Por cierto... lo de la "Cerveza Homeopática" no tiene precio (aunque sea un poco fuerte)

sábado, 22 de agosto de 2009

Cronicas de los Cinco Vientos: A la caza del bandido

Han pasado cuatro meses desde que partimos, y ahora que hemos regresado, es hora de poner por escrito este informe de misión, así como la "recompensa" (y lo escribo entre comillas pues menuda recompensa que nos han dado) obtenida por su éxito.

Hay que reconocer que en este trabajo las cosas no son como se venden de buenas a primeras. Cualquiera podría pensar que sería como cualquier otro trabajo... es decir, que cuando las cosas salen bien, se reciben premio, ascensos, felicitaciones. Y menuda sorpresa al descubir los que nos espera de ahora en adelante. Aunque estoy adelantando acontecimientos y tal vez sea mejor empezar por el principio.

Como bien comenté en la anterior entrada en este pseudo diario (pseudo pues no se escribe diariamente, sino cada vez que puedo), la misión era algo sencillo, hacerse pasar por ronin, infiltrarse en el grupo de ronin que habría de proteger a la aldea, derrotar a los bandidos y obtener la información sobre las armas de fuego.

Pero saber los objetivos y alcanzarlos son cosas diferentes.

La primera parte fue sencilla. Simplemente nos infiltramos entre los ronin mientras estaban siendo contratados por los aldeanos. Resulta que el primer ronin contratado era un veterano de muchas contiendas y para saber el verdadero potencial de los candidatos se les hacía pasar por una prueba... absurda a mi modo de ver. El caso es que se nos hacía pasar uno a uno a una habitación donde el ayudante del ronin atacaría por sorpresa a los candidatos. Si éstos eran capaces de darse cuenta del ataque, pasarían la prueba. En caso contrario se les rechazaría por negados. En nuestro caso concreto tuvimos un pequeño contratiempo... nosotros no somos unos simples ronin, sino auténticos samurai con auténticas habilidades. Y claro... fue entrar Ryoshei y al pobre ayudante tuvieron que sacarlo en camilla y darle los primeros auxilios para evitar su muerte. Evidentemente fuimos contratados.

Superada la primera parte, era hora de ponerse en marcha hacia la aldea.

Hay que comentar que no fue mal del todo el viaje. Buen tiempo, buena compañía (los ronin que nos acompañaban eran buena gente... menos uno, que la verdad parecía más un vulgar campesino que un auténtico samuria... algo que más adelante comprobaríamos y castigaríamos) y buena comida. Durante este viaje aprendimos ciertas cosillas sobre los bandidos. Sus pautas de conducta, sus ataques al poblado, etc. Cosas que luego pudimos aplicar a nuestra estrategia. Después de todo el hecho de conocer al enemigo es una gran ventaja a la hora de obtener la victoria.

En el pueblo planificamos la estrategia más apropiada para nuestra situación. Y hay que añadir que la ayuda proporcionada por el veterano fue todo un apoyo, pues nada enseña más a un hombre que la experiencia y en su caso iba sobrado de la misma. Entrenamos a los campesinos en el arte de la guerra (más o menos... más bien menos que más, pero bueno) y creamos barricadas para mantener al mínimo las bajas propias mientras maximizábamos las bajas enemigas. Y a partir de entonces todo era cuestión de paciencia. Esperar a que se acercasen para así poder sorprenderlos y derrotarlos. Y mientras esperábamos descubirmos algo. El ronin "campesino" resultó ser un auténtico campesino que se hacía pasar por samurai. Había profanado las almas de guerreros caídos (había tomado sus armas), y había ayudado a los campesinos a armarse con ellas. Este ultraje se castigó con la muerte. Y la del pueblo (aunque para ello deberíamos esperar, pues esta muerte se llevaría a cabo al regresar de la misión y por edicto imperial).

Aunque claro, puede que de cara al pueblo nuestro objetivo fuese defenderlos, pero en realidad nuestra misión era otra... obtener la información de las armas de fuego y eliminarlos. Puede que ambos hechos se solapasen pero no tenía porqué ser así.

El caso es que los exploradores que los bandidos enviaron para comprobar si la cosecha se había recogido resultaron emboscados y apresados por nosotros. Y con una sutil persuasión de uno de ellos (soltamos a los otros tres entre la turba enfurecida de los aldeanos, y le dejamos presenciar lo que les ocurría, y luego le dijimos que o nos contaba lo que queríamos saber o le iba a pasar lo mismo a él... ni los pájaros cantan mejor) obtuvimos toda la información sobre los bandidos: ubicación, número, estrategias, etc.

Con estos datos partimos apresuradamente hacia su guarida, en teoría para informarnos sobre ellos y confirmarlos, en la práctica para cumplir nuestra misión real.

Allí comprobamos que aunque protegidos y con guardias, en realidad no estaban preparados para un ataque furtivo. Seguro que nunca antes habían sido objeto de ataques y estaban confiados. La mayoría se encontraban festejando, y los pocos de guardia no representaban mayor problema para samurais entrenados como nosotros. Pero el enfoque, en lugar de entrar a saco, fue ir por detrás, empleando las tácticas de infiltración de Ryoshei, para así emborrachar aún más a los bandidos, y capturar al jefe en el momento apropiado.

La confianza de los bandidos en su invulnerabilidad fue su perdición. Su borrachera les llevó al sueño del que nunca despertarían y así pudimos capturar al jefe de los bandidos sin perder a nadie de nuestro lado, eliminando la amenaza de los bandidos en el proceso (no quedó ni uno).

Al jefe le aplicamos el mismo procedimiento que al explorador (más o menos) y también aprendió a cantar como los pajaritos. Averiguamos así que las armas de fuego se conseguían en una ciudad cercana a la capital, que el proveedor no tenía nombre (usaba un pseudónimo) ni cara (jamás lo había visto). Que el procedimiento para obtenerlas era tan complicado como inverosimil. Resulta que mediante un mensaje en una piedra que aparecía de la nada en la cabaña de los bandidos, se citaba al jefe a un lugar. En ese lugar, en un hueco de un arbol, aparecía un pergamino con una lista de armas y precios. El jefe procedía a marcar aquellos que quería y dejaba el pergamino con el dinero en el mismo hueco en el plazo de dos días. A partir de ahí tocaba esperar, pues en una semana más o menos aparecería otra piedra en su puerta con otra dirección. Y en esa dirección se encontraban enterradas las armas.

Es decir... estábamos casi como al principio. Nuestras posibilidades de evitar ese tráfico de armas seguían siendo nulas... o casi. Aprovechamos nuestra situación para informarnos sobre este jefe bandido, sobre sus incursiones, sobre su historial delictivo... tal vez así, al conocer sus actividades pasadas podríamos hacer un perfil o una aproximación de perfil de nuestro vendedor fantasma y de a qué tipo de gentuza vendía las armas.

Otra cosa que averiguamos fue que el pueblo que deberíamos proteger en realidad eran tan criminales como los bandidos, pues en todas las cosechas robaban parte de los diezmos para ellos, escondiendo una gran fortuna en el bosque. De ahí que aún con los ataques de los bandidos, ni el daimyo ni los magistrados tuviesen informes de ello. Ya que aún con lo que los bandidos robaban seguían teniendo grandes riquezas para entregar su parte al daimyo y seguir quedándose ellos con un gran porcentaje.

Y claro, sabiendo esto, no hay crimen que quede sin castigo. Como bien aprendieron los del pueblo cuando una visita inesperada de un magistrado (con el ejército detrás) registró el pueblo y el bosque cercano, encontrando cierto alijo que no pensaban encontrar. Como si supiesen que estaría allí. Y así el pueblo entero fue castigado, tanto por el hecho de robarle al daimyo y al emperador, como por el hecho de deshonrar a los bravos samurais caídos robándoles las armas y por ende su alma.

Al regresar a la capital, con la misión cumplida, esperando grandes elogios por parte del jefe. Obtuvimos eso... y más. Resulta que como ascenso por tan buen resultado, se nos consideraría peores que ronin. Se nos consideraría bandidos con precio por nuestras cabezas. Se nos consideraría prófugos de la justicia imperial. Se nos consideraría escoria de la humanidad.

Con los datos obtenidos por pel jefe de los bandidos, podríamos hacernos pasar por los supervivientes del ataque a éstos. Sabríamos de sus incursiones pasadas. Tendríamos un historial delictivo en los bajos fondos. Y lo más importante, el Campeón Esmeralda respaldaría nuesta cohartada con hechos... nuestras caras en carteles de "Busca y Captura". Así, con una tapadera como esa, nuestra siguiente misión sería la de infiltrarnos en los bajos fondos, averiguar todo lo posible sobre el tráfico de armas, eliminar dicho tráfico y, como extra, obtener todos los datos posibles sobre esos bajos fondos para poder ser eliminados después.

Claro... esto está muy bien. Pero, y volviendo a lo que decía al inicio, estos ascensos son un poco curiosos. Pondré en perspectiva el caso. De "don nadie" que vive en el medio del monte, cazando para comer, y viviendo en la inmundicia, pasé a ser un samurai de la noche a la mañana. De samurai, pasé a ser el Campeón Topacio (ganador del Torneo), de éste pasé a ser Magistrado Esmeralda. Una vez como magistrado pasé a ser un ronin... y de ronin a bandido.

No es lo que se pueda decir una progresión lógica. Según esto, en mi próximo ascenso seré una rata de campo... ya puestos.

Pero claro... primero habré de sobrevivir a esta nueva misión. Algo que veo muy difícil. Después de todo, el propio imperio nos perseguirá... y no sólo eso, sino que además de velar por nuestra propia seguridad, hemos de evitar muertes inecesarias entre aquellos que nos persigan, después de todo, son nuestros aliados (aunque ellos no lo sepan). Sinceramente estamos en una encrucijada un tanto peliaguda.

Aunque, todo sea dicho, sin riesgo en la batalla no hay gloria en la victoria... Además, así es todo más divertido, y la auténtica razón por la que bajé del reino celestial al reino humano fue que allí ya estaba un poco cansado de la misma rutina (y de las broncas paternas por no pegar clavo) y necesitaba acción... claro que ahora, tal vez acción sea lo que me sobre.

A saber!!!

sábado, 8 de agosto de 2009

Crónicas de los Cinco Vientos: Primera Misión

Por fin tengo ya mi puesto asentado… al menos de momento, pues aún me falta demostrar mis aptitudes para el cargo. Cargo que, todo sea dicho, se me hace un poco grande… y todo porque las presiones familiares me han colocado aquí. Y no se trata ya de que me echen un cable los familiares humanos que en teoría han de velar por mi futuro. Aquí hay hilos moviéndose en esferas de influencia aún mayores. Y lo peor de todo es que me hacen sentir un tanto manipulado. Pero que quede clara una cosita, el hecho de ver los hilos me permite vivir acorde a mi propio sentido de la vida, así pues no tendré porqué cortar aquellos que me acomoden en una vida mejor. Después de todo, los lujos y el nivel de vida a que me acostumbré en casa de mi padre humano brillaban por su ausencia, de forma que si ahora puedo aprovecharme un poco de esos hilos, pues mejor que mejor. Aunque creo que la mejor solución será empezar por el principio y relatar todo lo acaecido desde que recibí el trofeo de campeón en el torneo.

Ya había contado que después del torneo, mi abuelo y mi tío me habían llamado para contarme sus planes de ascenso hacia mi persona, empleando sus influencias para que se me concediera el título de Magistrado Esmeralda. En aquel momento acepté su ayuda (aún sabiendo que dicha ayuda me acarrearía una responsabilidad futura para con ellos). Pero de ahí a un poco, habiendo bajado los escalones del palacio grulla de la ciudad de Suma, me paró un mensajero Miya. En ese momento me imaginé que mi tío (por eso de ser de la misma familia imperial) se había olvidado de algo, o bien había decidido que yo no valía la pena. Pero cuál fue mi sorpresa al darme cuenta de que no se trataba de nada similar. Resulta que ahora tenía una cita con el Campeón Esmeralda… la mano derecha del Emperador en persona.

Al acudir a la cita (evidentemente me di prisa hasta límites insospechados… no es plan hacer esperar a tan altas esferas) me encontré con otra sorpresa aún mayor. Resulta que la solicitud para entrar a formar parte de los Magistrados que mi tío y mi abuelo habían redactado a mi nombre fue rota en mi presencia por el mismísimo Campeón Esmeralda. Y no sólo eso… resulta que el puesto de Magistrado Esmeralda que me esperaba no necesitaba de las referencias de dos simples samurais de bajo rango (palabras textuales del Campeón… claro que a su modo de ver el mundo, cualquiera es de rango bajo a su lado), pues mis referencias estaban a un nivel superior. De forma que mi ascenso sería inmediato y se me requería a la mayor prontitud posible en Otosan-Uchi (capital imperial).

Con esas palabras me despidió hasta un par de semanas después, pues ese es el tiempo mínimo necesario para recorrer la distancia entre Suma y Otosan-Uchi… o al menos eso pensábamos ambos. Resulta que luego de reunirme con mis nuevos ayudantes y viejos amigos, indicándoles cuales serían nuestros planes, y analizando la ruta más corta para llegar, otro mensajero Miya nos salió al paso, diciéndonos que estábamos cordialmente invitados a un crucero de lujo que saldría a la mañana siguiente de Suma con destino Otosan-Uchi.

¿Quién nos invitó? Y lo más importante ¿porqué? Esas preguntas serían respondidas en el propio crucero… un barquito de imponente manufactura, custodiado por la armada imperial, en el que viajarían los más importantes daimyos del imperio así como el propio Emperador y su esposa. Y nosotros estábamos invitados a él… la verdad es que con tanta sorpresa ya no podíamos ni imaginar qué nos depararía el futuro.

Una vez en el barco, y ante la atónita mirada de magistrados y gente de alto copete del Imperio, decidimos hacer buen uso de esas invitaciones y atracarnos en el buffet libre que se ofrecía… durante un rato al menos pues poco después de partir otro mensajero (creo que con tantos mensajeros que vienen a mí, dentro de poco me van a conocer más que al mismísimo Emperador) me dice que la Emperatriz quiere verme. Y como para decir que no. Así que allí voy, a ver si algo se me aclara todo este asunto.

Prescindiendo de todo protocolo posible (y de todas las medidas de seguridad que son imprescindibles en alguien como ella), nos quedamos a solas (con gran cabreo por parte de su guardia personal, hay que añadir) y en eso me cuenta que este “ascenso” ha sido recomendado por su jefe en persona. Y ahora es cuando hay que decir que por “jefe” no se refiere a su esposo, sino al Dragón a quién ella sirve, el Dragón de Vacío. Me explica también que en una visión su jefe le comentó que nosotros tres seríamos piezas claves en los próximos acontecimientos que tendrían lugar en el Imperio. Y con esas palabras me despidió, aconsejándome guardar el secreto a todos… incluidos mis dos nuevos compañeros de fatigas.

Y ahora me toca analizar un poco todo esto. Resulta que un dragón es el que me ha conseguido el puesto… y yo soy un dragón. De ahí lo de los enchufes familiares que decía al principio. Al final la familia mueve los hilos, de eso no hay duda. A ver si el viejo, o el yayo han estado haciendo de las suyas de nuevo y, como se aburren mucho en Tengoku, han pasado a ser el Gran Hermano que rige mi vida como humano. Otra posibilidad es que esos acontecimientos futuros en los que nos vamos a ver mezclados sean una oportunidad que nos dan los dioses (léase el yayo y compañía) para demostrar nuestras aptitudes…

Aunque claro, conociéndonos, seguro que esos acontecimientos, al margen de ser buenos o malos, sean llevados a cabo por nosotros mismos en alguna de nuestras habituales pifias. Así pues si el Imperio se derrumba, que quede claro (de ahí que lo ponga por escrito) que NO ES CULPA MÍA.

Pero dejándonos ya de divagaciones absurdas continuaré con el relato de esta primera misión.

Resulta que una vez en Otosan-Uchi se nos encomendó una tarea complicada: Gastar dinero. Y no estoy siendo sarcástico. Para alguien como yo, que viene de la más profunda miseria, donde para comer había que cazar o pescar, donde la vestimenta más apropiada para cada día era un simple trapo para atarse en las partes pudorosas, que se me otorgue una cantidad equivalente al dinero necesario para alimentar a todo un ejército durante años… y cuyo único propósito sea gastarlo. Menudo chollo de trabajo.

Claro que también hay que añadir que tiene sus inconvenientes, como son el hecho de tener que llevar la contabilidad de todo ese dinero, anotar las entradas y salidas. Llevar al día los ingresos y gastos, procurar cumplir con los impuestos (una de mis misiones como magistrado era la de recaudados de impuestos), etc.

Pero aún así todo era increíble. Mucho lujo, mucho poder, y nada de responsabilidad (después de todo llevar número no es que sea una gran responsabilidad… basta con ser honrado y punto). Menudo Chollo.

Al menos eso pensaba hasta que nos dieron nuestra primera misión.

Resulta que en una de las aldeas lejanas, donde la ayuda de los daimyos se difumina un poco, unos bandidos estaban haciéndoles la vida imposible a los campesinos. Éstos, al ver que la ayuda de los altos dirigentes no aparecía, decidieron tomarse la justicia por su mano, y contratar a ronin para que les echaran un cable y así librarse de los bandidos.

Bien es cierto que un problema así no tiene nada que ver con la justicia Imperial, y por lo tanto un magistrado como yo no pinta nada en ese asunto. Pero los informes de inteligencia dieron a entender que esos bandidos usaban algo totalmente prohibido en nuestro mundo: las armas de fuego. Eso es un crimen que no se puede consentir y que sí está en la jurisdicción de mi cargo.

Pero claro, mantener la política y las intrigas de corte, también es mi responsabilidad, por lo tanto para esta misión, deberíamos hacernos pasar por simples ronin, y hacer que se nos contrate por los aldeanos. Ayudarlos es algo secundario… la misión realmente es encontrar esas armas de fuego, analizar su entrada en el Imperio, y eliminar a los conspiradores.

Para ello deberíamos hacernos pasar por ronin en todos sus aspectos, de forma que mi querido daisho (esa katana tan molona y ese wakizashi tan fantástico) se quedaría en palacio, la ropa a la que me había acostumbrado también. Nada de ir a caballo. Nada de llevar dinero… era hora de volver a ser un simple pordiosero. Unas espadas cubiertas de óxido y mugre. Una ropa raída y ajada. Una apariencia un tanto penosa… y a por todas.

Sinceramente, menuda putada este trabajo. Tanto lujo y cosas buenas que se me ponen debajo de la nariz y justo cuando creo que he encontrado mi lugar en el mundo, van y me lo sacan de golpe.

La verdad es que interpretar este papel no va a ser nada difícil, sólo tengo que retornar a mi vida pasada. Pero eso sí. En cuanto esta misión se de por concluida, menuda juerga me espera… y que quede bien claro, a cargo de los “Fondos Reservados”… reservados para “purificar” mi maltrecha alma.

Y ahora a ver que tal nos va con esto...